¿Lo sabía?
¿Cómo eran los molinos que había en las casas de tiempos bíblicos?
En las casas de tiempos bíblicos por lo general había un molino de mano para hacer harina. Moler los granos era parte de las tareas diarias de las mujeres o los sirvientes de la casa. El sonido de la molienda era un símbolo de la vida cotidiana (Éxodo 11:5; Jeremías 25:10).
Se han encontrado dibujos y estatuillas del antiguo Egipto que ilustran cómo se trabajaba con este tipo de molino. Estaba compuesto por dos piedras: una ligeramente cóncava donde se colocaba el grano y otra más pequeña con la que se molía. El trabajador se arrodillaba frente a la piedra grande y agarraba con ambas manos la piedra pequeña. Luego, ejerciendo fuerza con la parte superior del cuerpo, la movía hacia delante y hacia atrás para triturar el grano. Según cierta obra, la piedra pequeña pesaba entre dos y cuatro kilos (cuatro y nueve libras). Si se golpeaba con ella a alguien, podía morir (Jueces 9:50-54).
Los molinos eran esenciales para la supervivencia de una familia. Por esa razón, la Biblia dice: “Nadie debe apoderarse de un molino de mano ni de su muela superior como prenda, porque es de un alma [o vida] que se está apoderando como prenda” (Deuteronomio 24:6).
¿Qué quiere decir que Jesucristo esté en el seno del Padre?
La Biblia dice que Jesucristo “está en [el] seno” del Padre (Juan 1:18). Esta expresión se refiere a lo cercana e íntima que es la relación entre Jesús y su Padre. Tiene su origen en la antigua costumbre de reclinarse para comer.
En los días de Jesús, los judíos se tumbaban para comer sobre unos lechos colocados alrededor de una mesa baja. Cada comensal se reclinaba frente a la mesa, de lado y con los pies hacia afuera, apoyando el codo izquierdo sobre un cojín. En esa posición, su brazo derecho quedaba libre. Una obra de consulta explica: “Al reclinarse de esa forma, la cabeza de un hombre quedaba cerca del pecho de la persona a su izquierda”. Por eso se decía que una persona estaba “en el seno” de otra.
Estar reclinado delante del cabeza de familia o el anfitrión de una fiesta era un honor. Por eso, en la última cena de Jesús con sus discípulos, quien estuvo reclinado en su seno fue el apóstol Juan, el “discípulo a quien Jesús amaba”. Dice la Biblia que Juan se recostó “sobre su pecho” para hacerle una pregunta (Juan 13:23-25; 21:20).