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“Hasta que la muerte nos separe”

“Hasta que la muerte nos separe”

“Hasta que la muerte nos separe”

AUNQUE son muchas las parejas que pronuncian estas palabras el día de su boda, seguramente pocas lo han hecho pensando en que uno de los dos vaya a morir. Con todo, es bastante probable que, a causa de la edad avanzada, una enfermedad o un accidente, uno de los cónyuges muera y el otro tenga que enfrentarse al dolor y la soledad (Eclesiastés 9:11; Romanos 5:12).

Las estadísticas dicen que es tres veces más probable que enviude una mujer que un hombre. Es más, se calcula que casi la mitad de las mujeres mayores de 65 años son viudas. Por eso, hay quienes consideran la viudez un “fenómeno femenino”. Eso no quiere decir, por supuesto, que a los hombres no les afecte. Y usted, ¿se encuentra entre los millones de personas que han perdido a su cónyuge?

En tal caso, seguramente le gustaría saber cómo sobrellevar esta dolorosa experiencia. ¿Podrá ayudarle la Biblia? ¿Qué han hecho otros en su misma situación? Aunque no existe una fórmula milagrosa que funcione siempre, quizás le resulten útiles los siguientes principios bíblicos y recomendaciones.

El proceso de aceptación

Algunos creen que llorar es signo de debilidad o, peor aún, que perjudica a la persona. Pero no es así. Según la psicóloga Joyce Brothers —quien también es viuda—, las lágrimas son el botiquín de primeros auxilios para las heridas emocionales. En realidad, llorar es normal y, además, alivia el dolor. Así pues, que no le dé vergüenza hacerlo. Piense en Abrahán, un hombre de fe extraordinaria, al que Dios consideraba su amigo. ¿Qué hizo él cuando su querida esposa murió? La Biblia dice que “entró a plañir a Sara y a llorarla” (Génesis 23:2).

También es normal querer pasar algún tiempo a solas. Con todo, recuerde la advertencia de Proverbios 18:1: “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta”. Por lo tanto, trate de estar en compañía de familiares y amigos que lo comprendan. A este respecto, puede serle de gran ayuda la congregación cristiana, donde sin duda encontrará hombres maduros capaces de darle el apoyo y los consejos que necesita (Isaías 32:1, 2).

A algunos también les ha ayudado responder las cartas y tarjetas de pésame que han recibido. ¿Por qué no aprovecha esta oportunidad para poner por escrito lo que le gustaba de su cónyuge y los momentos compartidos que recuerda con cariño? Tal vez hasta pueda hacer un álbum con fotos, cartas y otros recuerdos.

Asimismo, es habitual que quienes pierden a un cónyuge se sientan confundidos y perdidos. De ahí la importancia de mantener la rutina. Haga todas las cosas —dormir, levantarse, comer...— a las mismas horas que antes. Decida de antemano qué hará los fines de semana o en fechas especiales, como el aniversario de bodas, pues es entonces cuando se siente más la pérdida. Y por supuesto, no abandone sus actividades religiosas (1 Corintios 15:58).

Además, sabiendo que la tensión emocional puede impedirle a uno pensar con claridad, es posible que algunas personas malintencionadas quieran sacar partido de la situación. Por eso, no tome decisiones precipitadas. Cierto proverbio bíblico aconseja: “Los planes del diligente propenden de seguro a ventaja, pero todo el que es apresurado se encamina de seguro a la carencia” (Proverbios 21:5). Así pues, antes de tomar grandes decisiones —como vender la casa, hacer una inversión importante, mudarse o volver a casarse—, espere a que sus sentimientos se serenen.

Otro trago amargo para quien enviuda es decidir con qué objetos de su cónyuge se quedará y de cuáles se deshará, sobre todo si llevaban muchos años casados. Pero por muy dolorosa que le resulte esta tarea, posponerla únicamente aumentará la angustia (Salmo 6:6). Hay quienes prefieren hacer esto solos; otros prefieren hacerlo con alguien con quien puedan compartir sus recuerdos. Usted decide. Por otro lado, podría pedirle a un amigo o un pariente que se encargue del papeleo. Quizás necesite que le ayude a obtener el certificado de defunción, a notificar el fallecimiento a las oficinas del gobierno, los bancos y las compañías de las tarjetas de crédito, a cambiar los títulos de propiedad, a conseguir la pensión por viudez, o a pagar las facturas médicas.

Por otra parte, no olvide que vivimos en un mundo inmoral y que es posible que, ahora que está solo, le resulte más difícil mantenerse casto. Preste atención al sabio consejo del apóstol Pablo: “Que cada uno de ustedes sepa tomar posesión de su propio vaso en santificación y honra, no en codicioso apetito sexual tal como el que también tienen las naciones que no conocen a Dios” (1 Tesalonicenses 4:4, 5). De modo que evite las películas románticas o con alusiones al sexo, así como los libros y la música sobre esos temas.

Por encima de todo, tiene que aceptar que la herida tardará en sanar. En un artículo de la revista USA Today se explicaba que, según ciertos estudios realizados por el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Michigan, la persona que enviuda necesita un mínimo de dieciocho meses para empezar a recuperarse física y psicológicamente. Así pues, pídale aguante a Dios, pues esta cualidad es fruto del espíritu santo (Gálatas 5:22, 23). Quizás ahora no le parezca posible, pero verá que cada día que pasa se siente mejor.

Algunos casos reales

Anna, que llevaba felizmente casada cuarenta años, perdió a su esposo no hace mucho. “Mi madre murió cuando yo tenía 13 años. Más tarde, perdí a mi padre y a dos hermanos, y por último, a mi hermana. Pero ninguna de estas muertes me afectó tanto como la de mi esposo. El dolor fue insoportable, como si me hubieran cortado en dos”, cuenta ella. ¿Qué le ayudó a Anna a superar el dolor? “Llené un álbum enorme con todos los correos electrónicos y tarjetas de pésame que recibí de los amigos. Allí me hablaban de lo mucho que querían a Darryl y de las magníficas cualidades que tenía. Cada carta mencionaba algo bueno de él. Estoy convencida de que Jehová también recuerda a Darryl y lo resucitará.”

Una viuda de 88 años llamada Esther da otras sugerencias. “Tras vivir cuarenta y seis años con mi esposo, lo que más me ha costado superar es la soledad —confiesa ella—. Pero me he dado cuenta de lo mucho que me ayuda mantenerme ocupada en las actividades espirituales. Nunca he dejado de asistir a las reuniones cristianas, de predicar el mensaje de Dios, ni de leer la Biblia. También me ha venido bien rodearme de amigos que me escuchan. No siempre pueden decir algo que me consuele, pero me basta con que me dediquen tiempo.”

La esposa de Robert murió de cáncer tras cuarenta y ocho años de matrimonio. “Me costó mucho superar su muerte —dice él—. Echaba de menos tener a alguien con quien hablar y con quien irme de vacaciones, alguien a quien pudiera comentarle los incidentes del día y que me ayudara a tomar decisiones. Todavía me cuesta, pero estoy decidido a no rendirme y a seguir adelante con mi vida. Algo que me ha ayudado mucho es mantenerme activo física y mentalmente. También he encontrado mucho consuelo en la oración.”

La vida continúa

Por muy traumática que sea la experiencia de perder a su cónyuge, la vida continúa. Trate de ver las puertas que se abren ante usted. Quizás ahora pueda viajar o hacer eso que tanto le gusta y para lo que antes no tenía tiempo. Aunque esto no sustituye a su cónyuge, llena el vacío. Otros también tratan de dedicar más tiempo al ministerio cristiano. Nada produce tanta satisfacción y alegría como ayudar a los demás. El propio Jesús dijo: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35).

No piense que nunca volverá a ser feliz. Jehová Dios jamás abandona a quienes acuden a él. Además, como dijo el rey David en uno de sus salmos, él “da alivio [...] a la viuda” (Salmo 146:9). ¡Qué Dios más amoroso! De ahí que la Biblia lo describa como “el Padre de tiernas misericordias y el Dios de todo consuelo”. También dice de él: “Estás abriendo tu mano y satisfaciendo el deseo de toda cosa viviente” (2 Corintios 1:3; Salmo 145:16). En efecto, el Dios de amor, Jehová, está siempre dispuesto a acudir en auxilio de cualquier persona sincera que le pida ayuda. Así que confíe en él, al igual que aquellos israelitas de la antigüedad que cantaban: “Alzaré mis ojos a las montañas. ¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene de Jehová, el Hacedor del cielo y de la tierra” (Salmo 121:1, 2).

[Comentario de la página 19]

Y usted, ¿se encuentra entre los millones de personas que han perdido a su cónyuge?

[Recuadro de la página 21]

La decisión de volver a casarse

Según la Biblia, el vínculo matrimonial se acaba cuando uno de los cónyuges muere, lo que permite al otro casarse de nuevo (1 Corintios 7:39). Sin embargo, la decisión de volver a casarse es personal. Con todo, es importante que los hijos conozcan los deseos de su padre o de su madre y que le apoyen en lo posible (Filipenses 2:4). Andrés, por ejemplo, no estaba de acuerdo con que su padre volviera a casarse. Quería mucho a su madre y pensaba que nadie debía ocupar su lugar. “Pero pronto me di cuenta de que mi padre había tomado una buena decisión —menciona Andrés—. El matrimonio le devolvió la alegría. Reanudó actividades que llevaba mucho tiempo sin hacer, como viajar. Además, su nueva esposa lo cuida muy bien en todos los sentidos, algo que le agradezco de corazón.”

[Ilustraciones de las páginas 20 y 21]

Mantenerse ocupado y pedir aguante a Dios ayuda a curar la herida