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Pronto habrá comida sana para todos

Pronto habrá comida sana para todos

Pronto habrá comida sana para todos

AUNQUE tomemos medidas para consumir comida sana, hay muchos factores que escapan a nuestro control. Por ejemplo, no podemos inspeccionar personalmente todos los alimentos antes de comprarlos o prepararlos. Quizás tengamos que comprar alimentos procesados que provengan de países lejanos. Y es posible que algunos alimentos estén contaminados por productos químicos peligrosos que se encuentran en el aire, el agua o el suelo.

En un informe sobre el problema internacional que generan las enfermedades transmitidas por los alimentos, elaborado por la Organización Mundial de la Salud, se dice que “los gobiernos nacionales no son capaces de resolver solos” algunos de estos problemas, sino que “precisan de la cooperación internacional”. En efecto, las enfermedades alimentarias son un problema mundial.

Es comprensible que muchos se pregunten por qué nosotros afirmamos que pronto habrá alimento sano para todos. La razón es que “Jehová, el Señor de toda la tierra”, ha prometido resolver los problemas alimentarios del hombre (Josué 3:13). Quizás alguien diga que los alimentos contaminados son una muestra de que Dios no es confiable. Pero piense: Si un empleado descuidado deja que se estropee una buena comida, ¿es sensato culpar al cocinero? Claro que no.

De igual modo, los seres humanos —y no el Creador⁠— somos los culpables de haber estropeado las abundantes provisiones de nuestro planeta. La comida contaminada es un problema que hemos creado nosotros. Pero Dios ha prometido “causar la ruina de los que están arruinando la tierra” (Revelación [Apocalipsis] 11:18).

De hecho, Dios ya ha demostrado que se preocupa por la calidad de nuestros alimentos. Él fue quien formó la Tierra e hizo árboles que no solo eran “deseable[s] a la vista”, sino también “bueno[s] para alimento” (Génesis 2:9). Incluso después que la enfermedad se introdujo en la familia humana, Jehová Dios suministró a su pueblo pautas específicas para protegerlo (véase el recuadro “Un código de leyes sanitarias”).

¿Qué tipo de alimento desea Dios que consumamos? La Biblia contesta: “Él está haciendo brotar hierba verde para las bestias, y vegetación para el servicio de la humanidad, para hacer salir alimento de la tierra, y vino que regocija el corazón del hombre mortal, para hacer brillar el rostro con aceite, y pan que sustenta el mismísimo corazón del hombre mortal” (Salmo 104:14, 15). Y también declara: “Todo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento” (Génesis 9:3).

Tocante a nuestro futuro, la Palabra de Dios promete: “Él ciertamente dará la lluvia para tu semilla con la cual siembras el terreno, y, como el producto del terreno, pan, el cual tiene que llegar a ser graso y aceitoso. Tu ganado pacerá en aquel día en un prado espacioso” (Isaías 30:23). Por lo tanto, podemos tener la certeza de que los escalofriantes titulares que hoy leemos en los periódicos pronto serán sustituidos por el anuncio: “¡Comida sana para todos!”.

[Comentario de la página 9]

El Creador nos promete un futuro feliz con abundante alimento sano

[Recuadro de la página 8]

“UN CÓDIGO DE LEYES SANITARIAS”

Hace unos 3.500 años, el pueblo de Israel recibió la Ley mosaica. Aquella Ley protegió a los israelitas de muchas enfermedades alimentarias. He aquí algunas de sus normas:

● No utilizar ningún utensilio o plato que haya entrado en contacto con un animal muerto. “Cualquier vasija a la que se da algún uso será metida en agua, y tiene que ser inmunda hasta el atardecer, y entonces ser limpia.” (Levítico 11:31-34.)

● No comer un animal que haya muerto por causas naturales. “No deben comer ningún cuerpo ya muerto.” (Deuteronomio 14:21.)

● Consumir las sobras de comida al poco tiempo. “Al día siguiente lo que quede de ella también puede comerse. Pero lo que quede de la carne del sacrificio al tercer día ha de ser quemado con fuego.” (Levítico 7:16-18.)

El doctor A. Rendle Short, manifestó su sorpresa al ver que la Ley mosaica contenía “un código de leyes sanitarias tan sabias y razonables” en comparación con las leyes sanitarias contemporáneas de los pueblos vecinos.