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Confiar o no confiar

Confiar o no confiar

“No os fiéis de las tablas podridas”, escribió el dramaturgo inglés William Shakespeare. Y es lógico, pues antes de saltar al interior de un bote, por ejemplo, conviene asegurarse de que sus tablas no estén podridas.

LAS palabras de Shakespeare reflejan bien el sentir de Salomón, el sabio rey del antiguo Israel, quien unos tres mil años atrás escribió: “El ingenuo cree todo lo que le dicen; el prudente se fija por dónde va” (Proverbios 14:15, Nueva Versión Internacional). Solo un ingenuo iría por la vida aceptando ciegamente todo lo que oyera y basando sus decisiones y conducta en consejos irreflexivos y enseñanzas infundadas. Depositar la confianza en el objeto equivocado —igual que pisar las tablas podridas de un bote— podría resultar catastrófico. Por ello, cabe la pregunta: “¿Habrá una guía que merezca nuestra confianza?”.

Millones de personas confían plenamente en un libro antiguo: la Santa Biblia. Lo consultan para guiarse en la vida y tomar decisiones y amoldan su conducta a sus enseñanzas. ¿Pisan estas personas tablas podridas, por así decirlo? La respuesta depende muchísimo de la contestación a otra pregunta: “¿Existen razones sólidas para fiarse de la Biblia?”. Este número especial de ¡Despertad! ofrecerá pruebas a su favor.

¡Despertad! no pretende imponer creencias o puntos de vista religiosos, sino que expone las poderosas razones que han convencido a millones de personas de que la Biblia es fidedigna. Cuando lea los artículos siguientes, tendrá los elementos necesarios para decidir si puede o no confiar en la Biblia.

El tema merece más que solo un interés pasajero, dada su importancia. De hecho, si la Biblia viene en realidad de parte de nuestro Creador, tanto a usted como a su familia les beneficiará averiguar lo que dice.

Veamos en primer lugar datos relevantes que hacen que sea, como mínimo, un libro sin igual.