La lavanda, regalo para los sentidos
La lavanda, regalo para los sentidos
De nuestro corresponsal en Australia
EN INGLATERRA, Isabel I la exigía preparada como condimento, y la reina Victoria, como artículo de tocador, mientras que en Francia fue relleno habitual de los almohadones de Carlos VI. ¿Qué despertaba tanta pasión entre los monarcas? Un arbusto fragante llamado lavanda, espliego o alhucema. Sin duda, quien se haya situado entre las masas violáceas de sus campos de cultivo comprenderá por qué cautiva a tantas personas.
Sus más de treinta especies resisten bien las heladas, lo que les permite crecer en diversos climas, desde el frío de los Alpes franceses hasta el calor seco del Oriente Medio. Comparten el nombre botánico de Lavandula, derivado del verbo latino lavare (lavar), que apunta a la antigua costumbre romana de perfumar el agua del baño con aceite extraído de esta mata.
Tónico centenario
Desde hace casi dos milenios se emplea esta planta con fines terapéuticos. En la Edad Media figuraba entre los ingredientes principales de un brebaje contra la peste denominado vinagre de los cuatro ladrones, probablemente en alusión al hecho de que los profanadores de tumbas que hurgaban entre las pertenencias de las víctimas se lavaban con esta solución y, pese a los riesgos sanitarios, al parecer rara vez se contagiaban.
Los herbolarios del siglo XVI veían en la lavanda un magnífico remedio, no solo contra catarros y dolores de cabeza, sino también contra la parálisis y la neurosis. También la utilizaban para confeccionar casquetes para la cabeza, ya que, a su juicio, potenciaba la inteligencia. Todavía en la I Guerra Mundial hubo gobiernos que pidieron a la ciudadanía que la recolectara de sus jardines a fin de extraer aceite para tratar las heridas de los combatientes.
Se investigan sus tradicionales virtudes
Ciertos aceites de lavanda —particularmente el extraído del espliego (Lavandula angustifolia)— parecen surtir efecto contra determinados hongos y bacterias. Algunos investigadores consideran
que esta esencia es beneficiosa para el tratamiento de infecciones bacterianas resistentes a los antibióticos. Según un informe reciente, “también presenta aplicaciones útiles en obstetricia [...]. En un amplio estudio clínico, todas las madres que lo usaron [en el agua de la bañera] manifestaron menos molestias entre los tres y cinco días subsiguientes al alumbramiento [...]. Ahora se emplea en muchas salas de partos por su acción calmante”.¿Qué puede decirse de la afición culinaria de la reina Isabel? ¿De verdad es comestible la lavanda? “Fue el condimento predilecto en tiempos de Isabel I y los demás monarcas de la dinastía Tudor. Sazonaba las piezas de caza, las carnes asadas y las ensaladas de fruta, salpicaba los postres y constituía por sí sola una dulce tentación”, afirma Judyth McLeod en su libro Lavender, Sweet Lavender (Lavanda, dulce lavanda). En la actualidad se emplean diversas variedades de esta planta para aromatizar galletas, pasteles y helados. No obstante, no todas las variedades son agradables, sobre todo para los insectos. De acuerdo con un estudio especializado, “tanto el aceite como las flores y hojas pulverizadas resultan útiles como pesticida comercial [...] y doméstico, pues con su aplicación se ahuyentan los ácaros, gorgojos, pulgones y polillas”.
Crece la demanda
En los últimos decenios, la lavanda ha recuperado su popularidad. Hoy se cultiva en Australia, Europa, Japón, Norteamérica y Nueva Zelanda. Byron, joven horticultor que dedica a este cultivo 10 hectáreas en el sudeste del estado australiano de Victoria, afirma lo siguiente acerca de su aceite: “Es como el vino: varía de una región a otra, aunque proceda de la misma especie, pues influyen en él la tierra, el clima e incluso la época y las técnicas de recolección”.
Pero, a diferencia de la bebida alcohólica, no se extrae por compresión, sino por destilación. Byron explica: “Para obtener un litro, hacen falta unos 250 kilos de flores, tallos y hojas recién cortados. Todo ello se compacta en una gran caldera de acero, por cuya base se bombea vapor que, al subir a través de la materia vegetal, arrastra consigo el aceite. La mezcla pasa primero a un serpentín y luego a un vaso de recogido donde el aceite se separa del agua, sube a la superficie y es retirado para su almacenamiento en envases con revestimiento cerámico, en cuyo interior se deja madurar varios meses”.
El aceite de la plantación de Byron se emplea en jabones, cremas y velas. Las flores se venden recién cortadas o secas, y las cabezuelas son un apreciado ingrediente del popurrí. Miles de turistas acuden todos los años a degustar los productos confeccionados con esta planta y disfrutar del color y perfume de los campos. Estos visitantes apreciativos suelen escuchar el siguiente recordatorio de Byron: “Nosotros no hacemos el aceite; únicamente lo extraemos. Es obra del Ser que creó la lavanda para regalarnos los sentidos”.
[Recuadro de la página 11]
Hay tres tipos de aceite de lavanda que se producen comercialmente:
El aceite de espliego (Lavandula angustifolia) tiene, a diferencia de los siguientes, un aroma poco o nada alcanforado. La producción anual es de 200 toneladas.
El aceite de alhucema (Lavandula latifolia) alcanza una producción anual de hasta 200 toneladas.
El aceite de lavandín (híbrido de las dos especies anteriores) registra ventas de más de 1.000 toneladas anuales en todo el mundo.
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En muchas plantaciones aún se emplean métodos tradicionales para recolectar la lavanda
[Ilustración de la página 10]
El aceite de lavanda se extrae en grandes alambiques
[Ilustración de la página 10]
El aceite madura en envases de acero con revestimiento cerámico antes de ser procesado