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¡Sea puntual!

¡Sea puntual!

¡Sea puntual!

“LA FALTA de puntualidad es un mal corriente entre los máximos responsables de las empresas. Llegan tarde a 6 de cada 10 reuniones”, informa el periódico USA Today citando de un estudio realizado con 2.700 de estos altos ejecutivos.

En el mundo de los negocios, la impuntualidad es más que una muestra de mala educación. En una investigación llevada a cabo con 81.000 solicitantes de empleo se extrajo la siguiente conclusión: “El tiempo que se pierde debido a retrasos y ausencias sin autorización constituye una de las principales causas de pérdida de ingresos”. Claro está, llegar tarde no solo ocasiona problemas en el ámbito empresarial. Una encuesta efectuada entre directores de escuelas secundarias reveló que “la impuntualidad de los estudiantes era el principal problema de disciplina y el más recurrente”.

Nuestro Creador quería que estuviéramos pendientes del tiempo. Colocó “las dos grandes lumbreras” —el Sol y la Luna— en su lugar a fin de ayudarnos a medirlo (Génesis 1:14-16). Hoy día, los relojes modernos nos permiten contar el tiempo en minutos y segundos. Sin embargo, pese a la tecnología moderna, a muchos todavía nos cuesta llegar puntuales al trabajo, la escuela u otras citas importantes.

¿Se debe necesariamente a la falta de tiempo? Es cierto que las exigencias del empleo y la familia pueden resultar agobiantes. No obstante, Wanda Rosseland, una madre que trabaja fuera de casa, dice: “Dejé de quejarme por la falta de tiempo cuando me percaté de que todos contamos con veinticuatro horas al día. Lo he meditado y he llegado a la conclusión de que en la actualidad no es que dispongamos de poco tiempo, sino que tenemos muchas interrupciones y distracciones”.

Analicemos también el caso de Renee, * una madre de cinco hijos que es testigo de Jehová. Ella recuerda: “Cuando mis hijos eran pequeños, me daba mucho trabajo prepararlos para la escuela y las reuniones cristianas. Aun así, esto no impedía que llegase a tiempo. Pero ahora que son mayores, he adquirido el vicio de llegar tarde”. ¿Tiene usted la misma mala costumbre? Si así es, ¡es posible cambiar! He aquí algunos consejos que puede seguir:

PIENSE EN LAS CONSECUENCIAS. Tal vez parezca insignificante tener el hábito de retrasarse. No obstante, observe lo que dice la Biblia: “Las moscas muertas son lo que hace que el aceite del ungüentario hieda, borbotee. Eso mismo hace un poco de tontedad al que es precioso por sabiduría y gloria” (Eclesiastés 10:1). En efecto, tan solo “un poco de tontedad”, como la falta de consideración con los demás, puede empañar nuestra reputación ante un profesor o un patrón.

Mientras asistía a unos cursos de una universidad local, una mujer llamada Marie notó que algunos de sus compañeros “eran bastante informales en cuestión de puntualidad” y a menudo llegaban tarde a clase. “Pero enseguida tuvieron que cambiar —recuerda—. Dos de los profesores eran muy exigentes con la puntualidad. Tanto es así que a cualquier estudiante que llegara tan solo un par de minutos tarde, se le ponía una falta de asistencia. Y al alcanzar un número determinado de faltas, recibía una mala nota.”

De igual modo, llegar siempre tarde puede manchar su reputación ante amigos y compañeros. Joseph, un hombre de mediana edad, recuerda a un compañero cristiano que conoció hace algunas décadas. Pese a ser un hombre respetado por su capacidad de enseñar, poseía un lamentable defecto. “Siempre llegaba tarde a todo —explica Joseph—. Y no parecía preocuparle. Los demás hacían chistes sobre su tardanza.” ¿Han comenzado a referirse a usted como la persona que siempre llega tarde? En tal caso, es fácil que pasen por alto sus buenas cualidades.

MUESTRE CONSIDERACIÓN HACIA LOS DEMÁS. Además de ser una falta de respeto, la impuntualidad distrae a otros. Quizá también cause la impresión de que uno se cree superior. Hablando sobre por qué tantos ejecutivos tienden a llegar tarde a las reuniones, cierto hombre de negocios admitió: “La mayoría lo hacemos por pura arrogancia”. Los cristianos, por el contrario, se comportan como si los demás fueran superiores (Filipenses 2:3). Al mismo tiempo ponen en práctica la Regla de Oro y tratan a sus semejantes como les gustaría que los trataran a ellos (Mateo 7:12). ¿No le molesta tener que esperar a alguien? Pues no haga que otros lo esperen a usted.

APRENDA A ADMINISTRAR BIEN SU TIEMPO. ¿Suele posponerlo todo y luego apresurarse en el último momento? ¿Se sobrecarga intentando realizar muchas labores en muy poco tiempo? El principio que se halla en Eclesiastés 3:1 puede serle útil: “Para todo hay un tiempo señalado”. Tener “un tiempo señalado” para los quehaceres le permitirá llevarlos a cabo de forma ordenada.

En primer lugar, haga una lista de todas sus tareas pendientes. A continuación, ponga en práctica el principio de Filipenses 1:10: “Aseg[úrense] de las cosas más importantes”. En efecto, establezca prioridades. ¿Qué actividades tienen preferencia? ¿Cuáles pueden aplazarse sin provocar problemas? Por último, calcule cuánto le tomarán y cuándo podrá realizarlas. Sea realista y no programe llevar a cabo demasiadas actividades en muy poco tiempo.

Una mujer de nombre Dorothy reconoce que el hábito de ser puntual se lo debe a la educación que le dieron sus padres. Ella cuenta: “Si la reunión cristiana comenzaba a las siete y treinta de la tarde, mi madre empezaba a prepararnos con una hora y cuarenta y cinco minutos de antelación. Tenía que darnos tiempo a cenar, lavar los platos, vestirnos y llegar en automóvil al lugar de reunión. Llegar a tiempo se convirtió en algo habitual en nuestra vida”. En ocasiones resulta beneficioso dejar un margen de tiempo para imprevistos. Dorothy recuerda: “Hace poco tuve que recoger a unas cuantas personas para llevarlas a la reunión. Aunque de camino se me pinchó un neumático, solucioné el problema y las recogí a tiempo. Lo cierto es que siempre salgo temprano por si surge algún contratiempo con el automóvil o hay mucho tráfico”.

PIDA SUGERENCIAS. La Biblia dice en Proverbios 27:17: “Con hierro, el hierro mismo se aguza. Así un hombre aguza el rostro de otro”. Siguiendo este principio, aborde a quienes tengan circunstancias similares a las suyas y logren ser puntuales, pues suelen tener numerosas sugerencias prácticas.

Renee, citada antes, está resuelta a dejar de llegar tarde. “No hace mucho me propuse mejorar. Aunque no ha sido fácil, estoy progresando”, dice. Lo mismo le puede pasar a usted. Con una buena actitud mental y con esfuerzo, aprenderá a ser puntual.

[Nota]

^ párr. 6 Se han cambiado algunos nombres.

[Ilustraciones de la página 24]

Llegar continuamente tarde puede causar una mala impresión a los patronos y demuestra falta de consideración hacia los demás

[Ilustración de la página 25]

Una buena organización personal evitará la pérdida de tiempo