Cómo hacer frente a la sociedad del “usar y tirar”
Cómo hacer frente a la sociedad del “usar y tirar”
“EN LA naturaleza [...] no hay desechos.” Esta es la opinión, según la revista Time, de un respetado experto en reciclaje. Tal declaración aludía a la forma tan sorprendente en que la materia desechada o muerta de una parte de un ecosistema es reutilizada siempre en beneficio de otra parte. El mencionado experto cree que “la humanidad puede imitar la ausencia de residuos que se observa en la naturaleza, pero harían falta tecnología innovadora y un gran cambio de actitud”.
La gran mayoría de nosotros podemos contribuir muy poco a crear una tecnología innovadora, pero lo que sí podemos hacer es controlar nuestra actitud. Y una actitud apropiada hacia ciertos
principios básicos de buena conducta nos ayudará a hacer frente a los problemas de vivir en la sociedad del “usar y tirar”.Procuremos no desperdiciar nada
Una de cada cinco personas en la Tierra se va a dormir con hambre. Este dato debería mentalizarnos de lo necesario que es valorar el alimento y no desperdiciarlo. Un matrimonio de misioneros que regresó a Europa tras servir veintiocho años en África dijo que ver “a la gente tirar la comida” fue una de las cosas más difíciles que tuvieron que afrontar a la hora de adaptarse de nuevo a su país.
Los padres juiciosos enseñan a sus hijos a servirse solo la cantidad de alimento que pueden comer. Así se desperdicia menos comida y se produce menos basura. Es mejor tomar primero una porción pequeña y, si se desea más, repetir. Claro está, los padres deben dar el ejemplo. Jesús fue un modelo para todos nosotros al mostrar agradecimiento sincero por las provisiones de Dios, tanto físicas como espirituales. La Biblia señala que Jesús se esmeró por no desperdiciar alimento, aunque se hubiera producido milagrosamente en abundancia (Juan 6:11-13).
El principio de procurar no desperdiciar es aplicable también a la ropa, los muebles y las máquinas. Mantener las cosas en buen estado y prolongar al máximo su vida útil es una forma de mostrar que valoramos lo que tenemos. No hay razón para convertirnos en víctimas de la publicidad, que trata de hacernos sentir insatisfechos con lo que tenemos ofreciéndonos productos mejores, más grandes, más rápidos y más potentes. Naturalmente, tenemos todo el derecho de renovar bienes que todavía son útiles, pero antes de hacerlo, sería bueno evaluar nuestras actitudes y motivos.
Huyamos de la codicia
Cuando los israelitas cruzaban el desierto de camino a la Tierra Prometida, se les alimentó Éxodo 16:16-20). La Palabra de Dios condena rotunda e inequívocamente la avidez en muchas ocasiones (Efesios 5:3).
con maná, en cantidad suficiente para todos, según indica la Biblia. Sin embargo, se les advirtió que no se hicieran codiciosos; solo debían tomar la cantidad justa para satisfacer sus necesidades inmediatas. Los desobedientes comprobaron que la codicia no les servía de mucho, pues el sobrante producía gusanos y despedía mal olor (Pero la Biblia no es la única que lo hace. Por ejemplo, Séneca, filósofo y dramaturgo latino del siglo primero, reconoció que quien tiene este defecto nunca está satisfecho. Observó lo siguiente: “Para el avaro, es poca cosa la naturaleza”. Erich Fromm, filósofo del siglo XX, llegó a una conclusión similar: “[La] codicia [...] es un pozo sin fondo que agota al individuo en un esfuerzo interminable para satisfacer la necesidad sin alcanzar nunca la satisfacción”. Además de evitar la avidez y el despilfarro, numerosas personas han optado por tomar algunas medidas prácticas.
Aprendamos a compartir
Antes de deshacernos de pertenencias que todavía estén en buen estado, pensemos en personas a quienes tal vez les gustaría tenerlas. Por ejemplo, cuando a los niños se les queda pequeña la ropa, ¿podrían heredarla otros y así extender su uso? ¿Podríamos hacer algo parecido con otras pertenencias que todavía sirven pero que ya no usamos tanto como antes? Hagamos sentir a los demás la misma alegría que sentimos cuando obtuvimos ese artículo. El escritor y humorista estadounidense Mark Twain escribió en una ocasión: “Para asumir el valor pleno de una alegría se precisa a alguien con quien compartirla”. Es posible que sepamos por experiencia que cuando la felicidad se comparte, se duplica. Por si fuera poco, compartir contrarresta el efecto negativo de la mentalidad de “usar y tirar”.
La generosidad es una virtud que la Biblia recomienda abiertamente (Lucas 3:11; Romanos 12:13; 2 Corintios 8:14, 15; 1 Timoteo 6:18). El mundo sería un lugar muchísimo mejor si todos sus habitantes estuvieran dispuestos a compartir sus posesiones.
Estemos satisfechos con lo indispensable
Una persona satisfecha es una persona feliz. Esta es una verdad universal. Un proverbio griego dice: “Nada contentará al que no está contento con poco”. Y un dicho japonés reza así: “Quien no se siente satisfecho es pobre”. La Biblia tampoco escatima elogios al hablar del contentamiento. Leemos: “Ciertamente es un medio de gran ganancia, esta devoción piadosa junto con autosuficiencia. Porque nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna. Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas” (1 Timoteo 6:6-8; Filipenses 4:11).
Claro que estar conformes con lo que tenemos quizá implique “un gran cambio de actitud”. Una joven llamada Susanne percibió recientemente que debía realizar tal cambio. Ella contó: “En vista de que no podía conseguir todo lo que quería, me resolví a aprender a desear lo que ya tengo. Ahora estoy satisfecha y soy feliz”.
Sin lugar a dudas, esa forma de pensar conduce a la felicidad. El profesor búlgaro Argir Hadjihristev, experto en el envejecimiento, señala: “El mal básico es, antes que nada, no estar satisfecho con lo poco que tenemos”. Aludiendo a los beneficios físicos de sentirse contento con lo que ya se posee, añadió: “Quien no procura vivir mejor que el vecino ni acumular bienes sin cesar, vive sin competir y, por lo tanto, sin estrés. Y eso es bueno para los nervios”.
En efecto, la sociedad del “usar y tirar” jamás nos hará verdaderamente felices. Y mucho menos la mentalidad que la acompaña. Al parecer, cada vez más personas lo están comprendiendo. ¿Es usted una de ellas?
[Ilustración de la página 9]
Los niños deben aprender a no desperdiciar los alimentos
[Ilustración de la página 9]
Jesús no desperdició nada, dando así un magnífico ejemplo
[Ilustración de la página 10]
¿Por qué no reparte entre los demás los objetos que no utiliza, en lugar de tirarlos?