Una vislumbre del Paraíso
Una vislumbre del Paraíso
DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ESPAÑA
LOS elefantes, los tigres y los antílopes no suelen deambular por minas abandonadas. Y es bien sabido que las explotaciones a cielo abierto dejan el paisaje desolado, con profundas cicatrices, en un estado inadecuado para ofrecer refugio a animales exóticos.
Pero un singular experimento efectuado en el Parque de la Naturaleza de Cabárceno, en la provincia española de Cantabria, ha demostrado que hasta los parajes menos prometedores pueden embellecerse y convertirse en lugares prácticamente paradisíacos.
Durante unos tres mil años, Cabárceno fue famoso por su mineral de hierro de gran calidad. Los mineros celtas descubrieron que el óxido de hierro que había allí en estado natural podía convertirse fácilmente en hierro, metal indispensable para fabricar sus herramientas y armas. Los romanos también explotaron esas minas por muchos siglos.
Dado que la mena se hallaba cerca de la superficie, los antiguos mineros extraían trabajosamente los ricos depósitos granulares a pico y pala, dejando al descubierto centenares de pináculos rocosos, estériles en mineral. Así fue como crearon, sin darse cuenta, un llamativo paisaje kárstico, fenómeno que por lo general se produce en afloramientos de piedra caliza esculpidos por la acción del agua, y no por la mano del hombre.
Con la llegada de la revolución industrial, se utilizó maquinaria moderna para demoler lo que quedaba de montaña a fin de rescatar la preciosa mena que todavía conservaba. Finalmente, en 1989, cuando las excavadoras ya habían extraído toda su riqueza mineral, la mina se cerró. El único testimonio de su patrimonio industrial lo constituyen unas cuantas máquinas oxidadas que pueden verse en la entrada de Cabárceno.
De paisaje lunar a entorno paradisíaco
Aunque es obvio que resulta más fácil arruinar un lugar que restaurarlo, las autoridades de Cantabria, sin amilanarse, aceptaron el desafío de transformar un paisaje casi extraterrestre en un parque zoológico.
El éxito de su objetivo dependía principalmente de la capacidad natural de la Tierra de recuperarse por sí sola si se le da suficiente tregua. Además, los paisajistas trabajaron mucho para reparar los daños provocados por siglos de abandono y explotación abusiva. En dos años se plantaron miles de árboles, se sustituyó la capa superficial del suelo, y se convirtieron las horribles depresiones del terreno en hermosos lagos, y las viejas vías férreas, en senderos. Por último, para terminar la transformación, se colocó en amplios recintos una serie de animales cuidadosamente escogidos.
Seguro que los 600.000 turistas que visitan anualmente el Parque de la Naturaleza de Cabárceno opinan que mereció la pena todo aquel esfuerzo. No son pocos los que exclaman entusiasmados: “¡Esto es un paraíso!”. Y la palabra paraíso es idónea, pues ya la utilizaban en su idioma los antiguos persas y griegos para referirse a un parque grande, bien regado y de belleza natural en el que los animales podían pastar en relativa libertad.
En un tiempo en el que el hombre ha arruinado tantos paisajes naturales, da gusto visitar un lugar que no solo ha recobrado su belleza original, sino que la ha superado. Además, lo que se ha logrado a escala pequeña en Cabárceno ilustra muy bien la capacidad de recuperación de nuestro maravilloso planeta.
Hoy suben osos pardos por los desfiladeros que en su día cincelaron los mineros romanos; pacen elefantes y antílopes en los lozanos pastos que tapizan una zona antes arrasada por los excavadores, y retozan cachorros de tigre en torno a afloramientos graníticos esculpidos inconscientemente por los picos y las palas celtas. ¡Y toda esta transformación se llevó a cabo en tan solo unos años!
La Biblia promete que llegará el día en que, de acuerdo con el propósito original de Dios para la humanidad, la Tierra entera será un paraíso (Génesis 1:28; 2:15; Isaías 65:17, 22-25; Lucas 23:42, 43). Los parques naturalizados como el de Cabárceno no solo nos permiten vislumbrar cómo será ese paraíso futuro, sino que también nos recuerdan que nuestro Creador tiene poder en abundancia para cumplir dicha promesa.
[Ilustraciones a toda plana de la página 23]
[Reconocimiento de la página 22]
Todas las fotografías: Parque de la Naturaleza de Cabárceno