Un planeta libre de minas terrestres
Un planeta libre de minas terrestres
¿QUIÉN puede resolver el problema de las minas terrestres? Como hemos visto, las medidas humanas no han logrado desarraigar el odio, la intolerancia ni la codicia. Los estudiantes de la Biblia, por otra parte, saben que el Creador sí puede conseguir una solución duradera. Pero ¿cómo lo hará?
Se forma una sociedad pacífica
Las guerras las hace la gente, no las armas. Por eso, si queremos que haya paz, es necesario eliminar el odio que divide a la humanidad en grupos raciales, tribuales y nacionales. Dios promete hacerlo mediante su Reino, el mismo que millones de personas de todo el mundo han aprendido a pedir en oración (Mateo 6:9, 10).
La Biblia dice que Jehová es “el Dios que da paz” (Romanos 15:33). La paz que él ofrece no se basa en prohibiciones ni tratados; tampoco se funda en el temor a sufrir represalias por parte de una nación enemiga bien armada. Por el contrario, la paz que Dios da exige cambios en el modo de pensar de la gente y en los sentimientos hacia sus congéneres.
Jehová Dios educará a los mansos en Sus caminos pacíficos (Salmo 25:9). Su Palabra, la Biblia, promete que vendrá un tiempo en el que todos los vivientes “serán personas enseñadas por Jehová, y la paz de [sus] hijos será abundante” (Isaías 54:13). En cierta medida, eso ya está ocurriendo. Por todo el mundo se conoce a los testigos de Jehová por promover la paz entre personas de los más diversos antecedentes. Quienes aprenden los elevados principios bíblicos se esfuerzan por vivir en unidad sin hacer caso a cuestiones que de otro modo los dividirían. La enseñanza bíblica produce un cambio completo de actitud, del odio al amor (Juan 13:34, 35; 1 Corintios 13:4-8).
Además de la educación, por mucho tiempo se ha señalado que la colaboración mundial es un
elemento clave para eliminar el armamento. Por ejemplo, el Comité Internacional de la Cruz Roja recomienda que la comunidad internacional promueva unidamente medidas preventivas y remedios contra la amenaza de las minas.Jehová promete hacer mucho más que eso. El profeta Daniel predijo: “El Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. [...] Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44).
El Reino de Dios logrará lo que el hombre no puede. Por ejemplo, el Salmo 46:9 dice proféticamente: “[Jehová] hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes en el fuego”. El Reino de Dios producirá un ambiente en el que el ser humano podrá disfrutar de verdadera paz con su Creador y con su prójimo (Isaías 2:4; Sofonías 3:9; Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4; 22:2).
Este mensaje de la Biblia ha consolado a Augusto, a quien mencionamos en la introducción del artículo anterior. Sus padres, que son testigos de Jehová, lo están ayudando a poner fe en las maravillosas promesas bíblicas (Marcos 3:1-5). Por supuesto, por el momento tiene que soportar los dolorosos efectos de la explosión de la mina que lo incapacitó. No obstante, Augusto espera ver el día en que se hará realidad la promesa divina de hacer de la Tierra un paraíso. “En aquel tiempo —expresó el profeta Isaías— los ojos de los ciegos serán abiertos, y [...] el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo.” (Isaías 35:5, 6.)
En ese Paraíso venidero, las minas terrestres ya no supondrán ninguna amenaza para la vida ni para las extremidades. En vez de eso, la gente de todo rincón del globo terrestre vivirá en seguridad. El profeta Miqueas describió esas condiciones de la siguiente manera: “Realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado” (Miqueas 4:4).
¿Le gustaría aprender más de las promesas divinas expresadas en la Palabra de Dios, la Biblia? Comuníquese con los testigos de Jehová de la localidad, o escriba a la dirección de la página 5 de esta revista que corresponda.
[Ilustración de las páginas 8 y 9]
Bajo el Reino de Dios, las minas terrestres ya no representarán una amenaza